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¿Vale la pena orar a Dios?

La pregunta es capciosa, pero válida.

Vivimos en el siglo XXI.

Es la era de lo funcional y pragmático.

No hay tiempo para lo incierto e intangible.

El misterio de lo divino y espiritual ha desaparecido y se ha reemplazado por lo práctico.

Vamos, seamos honestos.

¿Como es nuestra vida?

Automatizada. Rápida. Todo lo manejamos como a un control remoto.

Pero a Dios... no lo podemos manejar con control remoto.
Quisiéramos, pero no podemos (por cierto, Dios tampoco nos maneja como con un control remoto).


Bueno, a fin de cuentas, ¿para qué orar? 

¿Para qué orar a Dios, si ni siquiera sé si me va a escuchar?

En otras palabras: ¿Podemos orar y estar seguros de que sirve de algo?

Al afrontar problemas buscamos soluciones prácticas, en las que la oración no es opción.

¿Será cierto que la oración a Jehová tiene poder?
¿Vale la pena orar a Dios?

Tan importante es la oración, que el modelo de adorar a Dios, Jesucristo, es manifestado en los Evangelios como un hombre de oración.

La vida y las enseñanzas de Jesús nos recuerdan la centralidad de la oración. En la vida cotidiana de Jesús, la oración era la forma de mantenerse en contacto permanente con Su Padre, de someterse al escrutinio de Su voluntad perfecta y de recibir la inspiración para continuar anunciando y haciendo presente la realidad del Reino de Dios y su justicia. Jesús oraba en privado, Su oración no era ritualista, carente de sentido y de acción, como la oración de los religiosos de su tiempo.

¿Existe algún secreto del poder maravilloso de la oración?

Sabemos que el Universo es gobernado por un Creador, que rige al mundo por Su poder. Y conocemos la Ley de Causa y Efecto, de manera que cada efecto tiene una causa, y que ésa misma causa, bajo las mismas condiciones, producirá invariable el mismo efecto. Por tanto, si la oración ha sido siempre contestada, esta siempre será contestada, si las condiciones apropiadas son dadas.


Esto es verdad, una verdad absoluta. La respuesta a la oración a Dios está por lo tanto sujeta a la ley, y esta ley es definida, exacta y científica, al igual que las leyes que gobiernan la gravitación y la electricidad. La comprensión de esta ley es el fundamento del cristianismo, fuera de la superstición y de la credulidad, y lo coloca sobre la piedra firme de la comprensión científica.

Pero desafortunadamente, hay pocas personas que saben orar.

Para que la oración sea eficaz

La oración a Dios no sustituye a la acción. Se debe enfrentar sincera y valientemente los problemas de la realidad. Hay que tener vigor y fuerza en medio de la situación. 
Ser adaptable. Ser industrioso.
Buscar elevarse espiritualmente.
Hacer una elección sincera de hacer la voluntad divina. Tener decisión.
Reconocer la voluntad del Padre y elegir cumplir con ella. Hacer una consagración incondicional, una dedicación dinámica, al hacer efectiva la voluntad del Padre.
Oración dirigida por la sabiduría divina, a solucionar los problemas que afrontemos, en lo interno y lo externo. 
Tener fe. Fe viva.

Existen leyes que gobiernan la electricidad, las matemáticas, la química, la física y, también existen leyes espirituales, y que estas leyes son también definidas, científicas, exactas, y funcionan con precisión inmutable.
Funcionan inmutablemente, porque las oraciones son dirigidas a Jehová, quien es el "Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne" (Salmo 65:2).
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